jueves, 15 de enero de 2009

Detrás de cada logro, hay otro desafío



Un buen día, alguien creyó que tenía la facultad de parar el tiempo a su antojo. La forma era de lo más fácil, extraño que no se le hubiera ocurrido a nadie más… simplemente había que parar el reloj. Si la manecilla no giraba los segundos, los minutos, las horas, los días… no pasarían. Así de fácil, así de simple. Así que una mañana decidió que el tiempo no debía avanzar, que no había motivo para hacerse viejo ni para el mundo corriera como corría… y paró el reloj. Sentado en su sillón se quedó mirando a su reloj, que ya no se movía, que había sido vencido por un simple gesto. Una victoria tan grande… con tan poco esfuerzo. Siguió mirando su reloj durante horas, horas perdidas, pero eso ya no era preocupante, se perdían pero no pasaban… se había parado el tiempo. Hasta que decidió levantar la cabeza y ver cómo el tiempo del mundo también se había parado.
Pero se equivocaba, al mirar por la ventana, vio una calle oscura, con poca luz. Ya se había hecho de noche y el tiempo no se había parado. Volvió a sentarse, sofocado, y pensó en cual era el error. Se equivocó creyendo que un reloj puede parar al tiempo. Se equivocó pensando que él podía parar el mundo porque no quería que avanzara. Se equivocó pensando que podía gobernar lo que nadie puede controlar.
Y aprendió… que un humano no puede controlar al mundo. Que el tiempo consume segundos, minutos, horas a ritmo de reloj, con su voracidad y su velocidad. Y que de este mundo, uno se puede bajar, pero si quiere volver a subir, el tiempo que ha perdido, ya no volverá. Y lo más importante, que es de necios querer parar el mundo cuando hay otros que quieren seguir corriendo en él.
Dedicado a MJ, deseándote toda la suerte del mundo. Ya sabes que hay gente que quiere parar relojes, pero el mundo, nuestro mundo, sigue girando. Recuerda las palabras de Teresa, la de Calcuta: “Detrás de cada logro, hay otro desafío”.